Todavía lo invaden
algunos recuerdos de aquella fría mañana del 23 de enero del lejano 1977. Las
congeladas aceras del barrio de Wandswoth, Londres, fueron únicos testigos de
las solitarias pisadas de unos zapatos sin lustre.
Ataviado con un
avejentado abrigo de lana, una figura se adentraba en las brumosas calles con
un rumbo fijo. La humedad típica de la región y la cercanía con el Támesis
podrían ser alicientes suficientes para, amparándose en factores climáticos,
describir la realidad que vivía el grueso del pueblo: inflación, desempleo,
industrialización y violencia racial (ilustrado a la perfección en “La Naranja
Mecánica”). Si, hasta en el primer mundo no dejan de estar exentos de estos
procesos. Alejándose de las luces y del constante movimiento de Charing Cross
la realidad era totalmente distinta.
Ese día, esa mañana,
no hubiese tenido nada de especial ni digno de mención dentro de la rutina de
nuestro hombre si no fuese por ser la fecha de publicación de “Animals”, de la
ya renombrada y controversial Pink Floyd.
¿Qué decir de ellos?
Que han experimentado procesos de transformación constante álbum tras álbum, en
un período de apenas 10 años. Atrás habían quedado cortes como Arnold Line, See
Emily Play, Astronomy Domine, Let There be More Light; canciones que detentaban
el contexto de extrema lisergia que se vivían a mediados de los sesenta.
Canciones que, casi, parecieran ser una continuidad de Sgt. Pepper's
Lonely Hearts Club Band (quizá el disco más experimental que haya
compuesto The Beatles). Ese contexto lisérgico que, vale la pena destacar,
decretaría el alejamiento de Syd Barret como principal mente creativa del
grupo.
El contexto social,
económico y político estableció, entrando en 1970, al punk como principal
género de protesta. A modo de ejemplo, quisiera nombrar a Sex Pistols. The
Rolling Stones aportaban lo suyo. Esto concluyó con la muerte de Syd Vicious y
exilio de los Stones que dieron cierto alivio a la Corona. Pero era el momento
de los Floyds.
La salida de Barret
dio a la banda un tinte más progresivo, dejando en el pasado cercano la
psicodelia que los caracterizaba. El cambio musical no fue acompañado por los
métodos de composición, que siguieron los lineamientos anteriores. Rock
progresivo y prolijo, buenos trabajos de guitarras y sintetizadores, pero
letras basadas en el espacio y el tiempo; apuntando al cielo y no al suelo.
Un álbum que quizá
pueda dar fuerza a mis palabras sea Meddle. Sin ser exitoso a nivel comercial,
encontraremos un ambiente mágico al dejarnos llevar por Echoes, la canción más
ambiciosa y trabajada del grupo. Fearless, del mismo álbum, es la canción más
emotiva; líneas que invitan a enfrentarnos sin miedo (justamente, la traducción
del título) a nuevos desafíos, incluso esos que parecen imposibles.
“Dices que la montaña es demasiado alta para escalar.
Escálala. [...] Escoge el lugar y yo elegiré el momento, y escalaré esa colina
a mi manera."
Estrofas que se ven
reforzadas por un himno que miles de bufandas rojas hacen resonar en el Anfield Road de Liverpool: “You’ll never walk alone” (Nunca caminarás solo).
"Camina, camina
con esperanza en el corazón. Y nunca caminarás solo".
Esta etapa, marcada
por la ya mencionada mutación, tendrá una conclusión magnifica con The Dark
Side of the Moon. Letras sobre el espacio y el tiempo, habíamos dicho. En este
caso, también del Sol y la Luna.
El quiebre
compositivo se daría en 1975, con la publicación de Wish You Were Here. Un
esquema más crítico y terrenal ilustra las nuevas composiciones, también un
dejo de nostalgia, dado que tres de las cinco piezas que componen el álbum se
basan en Syd Barret. Los dos restantes (Welcome to machine y Have a cigar) son
ataques magistrales a la industria musical.
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