CREER ES CREAR!

De repente, si creo en Dios, existe. Y si alguien a mi lado no cree en Dios, no existe, en su mundo, tan legítimo como el mío. Yo creo que, en cuanto a creer en Dios, tal vez se haya focalizado mayormente en la segunda parte de la cuestión, Dios. Creando así cientos de guerras y disputas en busca de certezas, en lugar de creer conveniente poner el foco en la primer parte del asunto, creer.
Posiblemente se hubiera creado gran incertidumbre, dado que no mucha gente cree que el verbo creer encierre mayores misterios. Yo en cambio creo que el verbo creer guarda una relación de equivalencia con el verbo crear, sobre todo cuando se conjugan en primera persona, yo creo.
Yo creo, que tanto creer como crear se asemejan, en lo fáctico, al verbo hacer e incluso al verbo nacer, pero no quiero crear mas confusión creyendo más cosas sobre estas dos palabras, que también difieren en una letra.
En fin, yo creo, que cuando creo algo, lo creo.

Juan Germán Fernández.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El lado oscuro del día.

En la ciudad hay varias, eso creo. Pero de lo que estoy seguro es que ninguna es como la mía. Tal vez lo sean, no lo sé, y jamás lo voy a saber porque cuando se dictó mi sentencia se establecía que jamás podría pedir una transferencia.
A esta clase de establecimientos debemos concurrir la gran mayoría de los que cometieron el pecado de nacer, este simple hecho nos condena a pasar quince años de reclusión. Algunos se abstienen de cumplirlos, pero estarán sometidos a una vida seguramente errante. En cuanto a estas prisiones hay de todo tipo, hay gratuitas, hay pagas (como a la que me condenaron a ir). Los precios varían según el nivel de seguridad y la "calidad" de las familias que mandarán a sus hijos allí.
Por mi parte llevo cumplidos trece años de condena, solo me queda terminar con este (el número catorce) y afrontar el decimoquinto. A veces recuerdo con dejos de nostalgia mis primeros años dentro. Esos eran lindos... Pero hace dos o tres años empecé a descubrir varias cosas que hacen interminables los momentos de reclusión que pasé, paso y pasaré. Por momentos odio a mi mente, mis razonamientos y mi percepción por haberme hecho de esta forma.
Si de algo estoy seguro es que infraestructuralmente es agradable, o al menos aceptable. Lo que no es agradable ni aceptable es la estadía aquí, aunque soy consciente de que podría serlo.
El penal consta de tres pisos con muchas celdas grupales. En la mía somos veintiocho personas sin distinción de sexo pero con la misma edad, al igual que en las otras. Tenemos un patio interno al cual debemos ir obligatoriamente en los escasos momentos de recreación que tenemos, digo obligatoriamente porque todos los reclusos deben estar custodiados en todo momento. Si hay algo que discuto mucho es la presencia de cortinas, que siempre o generalmente están cerradas, solo nos iluminan las luces artificiales. Por esto yo prefiero la celda vacía, para abrir las malditas cortinas, la ventana y respirar aire del más puro. Al estar en el tercer piso solo puedo ver los barrotes en las ventanas de las otras celdas y el techo del patio interno (si, no podemos ver el sol ni siquiera desde el patio). Respirar el aire y mirar por la ventana me hace sentir un hombre libre nuevamente, por eso recurro a ese aislamiento psicológico en los ratos libres, pero siempre vienen los guardias penitenciarios (en su mayoría de sexo femenino) para forzar mi retirada. Por eso a veces recurro a un encierro en el baño, en el cual puedo fumar algún cigarrillo.
Diariamente nos visitan los instructores que dictan disciplinas de todo tipo. Nosotros debemos escucharlos, respetarlos y aprender de ellos. De no ser así se nos sumará un año más de condena en la penitenciaría. Rara vez nos viene a visitar el alcaide (también de naturaleza femenina) que generalmente nos informa sobre temáticas de índole institucional.
Muchas veces intenté hablar con el/la fiscal para tratar muchas de mis disconformidades, pero siempre me rechazaron la solicitud...
Mis compañeros de celda son una manada rara. Siempre los veo contentos, sonrientes y dan el aspecto de buen grupo de gente. En realidad nunca sabré si denominarlo grupo porque hay varias divisiones. Sin embargo, por el lado de los hombres se ve una unión más homogénea que en las mujeres, las cuales están mucho más divididas. Frecuentemente tengo problemas y creo poder decir con seguridad que no tengo amigos dentro. Ni siquiera se si tengo amigos afuera.
Generalmente creo no ser yo el desencadenante de conflictos, sino que son promovidos por el individualismo de los otros. Siempre que fijamos fecha para algún trabajo carcelario con los instructores son el mismo grupo de chicas que elijen y acomodan las fechas acorde a sus horarios. Odio eso, y odio escucharlas hablar.
Si bien hay algunas ventanas sin barrotes, nadie jamás intentó fugarse de la institución. Es más, está mal visto por los prisioneros en general. Más allá de eso ha habido un par de motines, la mayoría provocados por los chicos que están cumpliendo su último año de condena. Recuerdo más que nada el de hace unos años, cuando volaron uno de los baños. Y otro, el año pasado, donde se amotinaron dentro de una celda, obstruyendo una puerta con mesas, rompiendo vidrios, tapando ventanas, entre otras. Me gustaría organizar una situación similar el próximo año.
En la prisión nunca dormimos, es más, ni siquiera pasamos el día entero allí dentro. Sino que gozamos de libertad condicional para pasar el resto del día con nuestras familia, algunos amigos, o para simplemente estar en la calle. Nuestro penal ejerce en turnos diarios de entre cinco y siete horas, y dos veces a la semana debemos volver fuera de horario para ejercitarnos.
Por eso desde que entro hasta que salgo estoy con mala cara y pocas ganas, porque me gusta la libertad y quiero ser libre. Quiero ver el sol y quiero respirar el aire, quiero fumar donde quiero y cuando quiero. Quiero ver el verde color de los árboles y el pasto cuando me de la gana. Quiero estar con gente cuando yo quiera, no cuando me digan. No quiero estar con gente que no me respeta, ni con gente que no me escucha. Por eso me gusta caminar hacia la puerta, y darle una gran sonrisa a ese sol que me espera afuera.

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