CREER ES CREAR!

De repente, si creo en Dios, existe. Y si alguien a mi lado no cree en Dios, no existe, en su mundo, tan legítimo como el mío. Yo creo que, en cuanto a creer en Dios, tal vez se haya focalizado mayormente en la segunda parte de la cuestión, Dios. Creando así cientos de guerras y disputas en busca de certezas, en lugar de creer conveniente poner el foco en la primer parte del asunto, creer.
Posiblemente se hubiera creado gran incertidumbre, dado que no mucha gente cree que el verbo creer encierre mayores misterios. Yo en cambio creo que el verbo creer guarda una relación de equivalencia con el verbo crear, sobre todo cuando se conjugan en primera persona, yo creo.
Yo creo, que tanto creer como crear se asemejan, en lo fáctico, al verbo hacer e incluso al verbo nacer, pero no quiero crear mas confusión creyendo más cosas sobre estas dos palabras, que también difieren en una letra.
En fin, yo creo, que cuando creo algo, lo creo.

Juan Germán Fernández.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Pequeña crónica de una derrota tipo Libertadores.

 Puedo recordar. El optimismo, la energía. Pero al mismo tiempo puedo recordar la incertidumbre que se sentía en la vereda, en las escaleras y, finalmente, en las gradas. No se podía comparar con la competición nacional, cualquier partido de carácter continental es distinto, se vive distinto. En esa competición, el frío que pueda provocar el viento que viene directo del Río de La Plata, en la tercer bandeja norte del estadio de Boca Juniors, se convierte automáticamente en un motivo de celebración; no existe el frío, solo hay calor. Puedo recordar también aquel gol convertido por Roncaglia, que había desatado la locura de un pueblo vestido de azul y oro, gloriosos colores que la bandera sueca cedió a una enorme institución. Y también puedo recordar el empate en la hora...
 Corría el 4 de julio de aquel ya lejano 2012. Un miércoles 4 de julio que en la ciudad de La Plata amaneció despejado, pero con una helada típica del húmedo invierno de la región. Apenas una semana, siete días atrás, en una noche igual de fría que esa mañana, un infortunio hizo peligrar la chance de que media República Argentina pueda enarbolar un gran festejo, un festejo que no todos saben lo que se siente. Pero ese peligro seguía latente, hasta ese 4 de julio, donde en la noche todo se inclinaría para un lado, sea para bien, o para mal.
 Esa día todo fue distinto, las relaciones sociales no eran las mismas de siempre, la concentración no era la misma... Un escalofrío atravesaba el cuerpo cuando se hablaba del tema, la tensión subía a cada segundo, paralizando cada parte del cuerpo, esperando que llegue el anochecer.
 La noche cayó, y en ese momento la tensión del cuerpo impedía que este pudiese reaccionar ante cualquier estímulo. En el comedor, templo sagrado al cual se peregrina cuando abandonamos el verdadero templo sagrado, los nervios vaporosos se respiraban en paralelo al oxigeno. Y en la helada silla de madera, un hombre sentado, con la camiseta clavada como una espina en la piel.
 El pitazo del hombre vestido de negro se escuchó en simultáneo al ruido que produce un cigarrillo al encenderse... Y un grito de guerra: "VAMOS BOCA, CARAJO!" retumbó en el ambiente indicando que el partido había comenzado. Ya rodaba el esférico en la llanura verde.
 La tensión corporal no disminuyó en los 15 minutos de entretiempo, minutos fatídicos que marcaban una realidad: al término del primer tiempo, el partido entre Corinthians y Boca Juniors estaba igualado, y la Copa Libertadores no tenía dueño.
 Ya en la etapa complementaria, dos tantos de Emerson otorgaron el trofeo al equipo de Brasil, que lo festejó por primera vez. Y así fue, uno de los clubes más ganadores del mundo, que había obtenido la copa en disputa en seis oportunidades, caía derrotado ante Corinthians, club que dicen los que saben, es el más popular de su país. Puedo recordar esas caras... Expresiones de los jugadores... Expresiones del técnico... Expresiones de la hinchada. Expresiones que muy bien conozco, expresiones únicas, expresiones distintas a ganar una liga loca, un Mundial de Clubes o un partido al clásico rival. Expresiones que sólo lo Copa Libertadores y su mística sacan a relucir.
 Algunos kilómetros al sur, en Argentina, muchos estaban en stand by. Muchos no habían reaccionado ante semejante escenario. Parecía que se esperaba un golpe de nocaut, golpe que deje en la lona durante un tiempo indeterminado a cualquiera. Golpe que finalmente dio Juan Román Riquelme, estrella surgida en la cantera y repatriada en 10 millones de dólares, al anunciar que no continuaba en el club.
 En la mesa, un plato con comida ya fría parecía esperar que alguien se sentara frente a el. Cosa que no sucedió. El mundo se había transformado en un lugar no propicio para la vida.

No hubo mañana después de esa noche. Mañana llegó cuando el sol iluminó a través de un ventanal a una habitación en ruinas. Mañana llegó cuando el sol iluminó en la habitación, a una persona tendida en la cama, tiesa, con los ojos vidriosos e irritados clavados en un punto fijo del techo.

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