Escenario
repetido, intérpretes repetidos, la calificación de “Partidazo” nuevamente
latente… 164 días después de aquél épico 4 – 5, el estadio Alberto J Armando
volvía a albergar un nuevo Boca Juniors – Independiente. Distinto era el
contexto, en aquel mes de Abril el partido correspondía a la quinta fecha
torneo Clausura de la AFA, en esta ocasión se disputaba la segunda fase
(primera para estos equipos) de la Copa Sudamericana, organizada por la
CONMEBOL.
El domingo
pasó a ser miércoles, y la tarde pasó a casi noche… Los jugadores en el campo
de juego y el pitazo de Patricio Lousteau le daba inicio al juego entre los dos
clubes más coperos de la nación.
Podemos
marcar algunas similitudes entre ambos partidos, técnica y tácticamente.
Aquel
domingo de abril, Independiente llegaba algo o totalmente diezmado: tras cuatro
fechas el equipo no acumulaba puntos, ni siquiera goles a favor. Con la
renuncia de Ramón Díaz algunos días antes, Cristian Díaz ocupaba el puesto de
director técnico mientras se esperaba el arribo de Américo Rubén Gallego. Con
el debut de tres juveniles (Rodríguez en el arco, Monserrat en el mediocampo y
Vidal en la delantera), el Rojo esperaba, como mucho, sacar un empate de esa
Bombonera que le diera un soplo de aire fresco.
Por su
parte, el Xeneize llegaba tras tres victorias y un empate, con el clima
caldeado tras en “Escándalo Barinas”.
Con solo
decir que Independiente a los siete minutos de juego se encontraba arriba por
dos tantos en el marcador (el debutante Vidal, y el Malevo Ferreyra), y que a
los doce Boca descontaba, da claras pautas de la rareza en el desarrollo del
juego. Ni hablar de que ese partido quedaría en la historia. A la mitad del
primer tiempo el marcador decía que el visitante ganaba por 3-1. El gol a los
cuarenta segundos de juego, y el siguiente a los seis minutos dejaron en claro
la idea de Independiente: defender el resultado sea como sea. A esa altura el
juego del Rojo era normal, pero tras el descuento de Roncaglia, Independiente
se dedicó a hacer tiempo de las maneras más clásicas y más insólitas posibles.
Luego del 1-3 el Rojo volvió a dejar ese planteo austero de lado.
Boca estaba
enchufadísimo, con el marcador a cuestas y el tiempo corriendo, generaba más
peligro que el Rojo, manejaba la pelota más criteriosamente, falló siempre en
el último pase y, cuando no lo hacía, las fallas en las definiciones hacía que
no se pudiese equilibrar el resultado.
La misma tendencia
se repetía en el segundo tiempo, donde de 1-3, Boca logró ponerse 4-3. El Rojo
estuvo perdido durante el desarrollo de todo el partido, siendo superado
técnica y tácticamente por el Xeneize. Con el marcador ahora en desventaja,
Independiente con poco intentó salir a buscar el gol que concretara la
igualdad. Boca seguía desperdiciando chances claras hasta que, faltando apenas
segundo para el minuto noventa, un centro y cabezazo de Farías concretaban el
empate, que parecía cerrar el partido. Pero había más: con Boca volcado en
pleno ataque, un rechazo desde la defensa dejaba mano a mano a Farías con Schiavi,
que no pudo llegar a cerrar y, el Tecla, ahora mano a mano con Orión, concretó
el definitivo 4-5.
El panorama
de hoy era similar al de aquella tarde: Independiente sin puntos tras tres
partidos, sin goles a favor, último en la tabla de promedios, con Cristian Díaz
jugando su permanencia como DT del Rojo, y con la derrota por dos goles en el
clásico todavía doliendo como una daga clavada en el pecho, debía jugar ante un
Boca que, tras caer ante Quilmes, pudo reponerse saliendo campeón de la Copa Argentina,
ganándole consecutivamente a Tigre y All Boys.
El partido
era muy malo; el Rojo había llegado con cierto peligro una sola vez, mientras
que Boca no había inquietado a Hilario Navarro. El desarrollo se resumía a la
pelea en mitad de cancha.
A los quince
minutos, tras una garrafal falla de Galeano en defensa y una floja respuesta de
Hilario, Boca abre el marcador de la mano de Santiago Silva.
De ahí en
más la balanza se inclinaría para Boca que, sin brillar, peloteaba a un
Independiente totalmente desorientado.
El punto de
quiebre se podría haber dado a la mitad de ese primer tiempo, en el cual tras
un centro de Silva, tres jugadores Xeneizes esperaban libres de marca para
impactar con su cabeza: Nico Blandi fue el afortunado, pero se cabezazo fue de
la manos de Hilario, salvando al Rojo de un gol inminente, el cual hubiese sido
un golpe de knock out.
En la
previa se podía ver que quizá Boca podía sufrir ataques de Independiente por el
sector derecho de su defensa: sin un marcador de punta definido tras la lesión
de Franco Sosa, el lugar era ocupado por Cellay, habitual central; mientras que
en mitad de cancha, un Pablo Ledesma de flojo rendimiento en este último tiempo
tras la lesión sufrida con Unión Española por la Copa Libertadores, no aportaba
mucho en la marcación. En ese sector Independiente ubicaba a dos ex Boca: el
paraguayo Claudio Morel Rodríguez, con mucha proyección en ataque; al
colombiano Fabián Vargas, con su distintiva marca y llegada a fondo. Como así
también al joven delantero Vidal movilizándose por ese sector del ataque Rojo.
Y, en una
arremetida de Boca a los 44’
el Rojo recuperó la pelota y salió rápido, explotando la falencia de Boca en
ese sector, tras un centro atrás Jonathan Santana pudo conectar a gol. El
empate fue un baldazo de agua fría para el Xeneize, y una sorpresa totalmente
inesperada para un Independiente que todavía no lograba pararse bien en cancha.
Un minuto
después de eso, cuando todos pensaban que el primer tiempo finalizaría
igualado, Clemente saca un lateral al área, donde Santiago Silva protege la
pelota con su cuerpo y descarga hacia atrás para un Leandro Somoza totalmente
libre que, pegándole como le llegó, inclina el marcador nuevamente para el
conjunto local.
Viendo lo
ocurrido en ese primer tiempo, se veía notablemente la tranquilidad del hincha
azul y oro, como también la desesperación del hincha rojo. Todo parecía indicar
que Boca ganaría el partido ante un flojísimo Independiente que en su segunda
llegada a fondo había logrado el valioso gol de visitante. El local no presentó
modificaciones para el inicio del segundo parcial; mientras que Díaz optó por
sacar a Galeano, quien falló en el primer gol Xeneize, estaba con una tarjeta
amarilla en sus espaldas y, para colmo, se lo había visto muy nervioso.
Pero en el
fútbol nunca nada está escrito, y apenas unos minutos de comenzada la segunda
mitad el rojo lograría igualar nuevamente: el joven arquero D’Angelo salió muy
bien a cortar un centro picante de Rosales que llegaba a la cabeza de Farías,
la pelota quedó para Vidal, pero un rápido D’Angelo impidió el remate y, el
rebote tuvo otra vez como destino a un jugador rojo que no perdonó… Desde
afuera del área, Rosales levantó la pelota, que sobrevoló la cabeza de Burdisso
y que, pese a los esfuerzos de Rolando Schiavi cruzó la línea de meta,
concretando un empate totalmente injusto.
Y como si
ese gol hubiese significado poco para el Xeneize, a los seis minutos el mal
sería mayor: Rolando Schiavi comete una infracción bien penada por el árbitro
con una tarjeta amarilla, el central Xeneize ya había sido amonestado en la
primera parte. Amarilla y amarilla… Boca con diez jugadores en el campo.
Julio
Falcioni actuó de inmediato y movió el banco: corriendo a Cellay a su posición
natural para cubrir el espacio dejado por Schiavi, mandó a la cancha a un
marcador de punta de derecho natural, al debutante Albín recientemente llegado
de Peñarol de Montevideo. De la cancha se retiró un flojo Cristian Chávez,
quedando como esquema táctico el 4-3-2.
Pocos
minutos después se daría un nuevo debut, el de Lautaro Acosta. El ex Lanús,
procedente del Sevilla español ingresaría con la número 7 a la cancha en reemplazo de
Nicolás Blandi.
Los veinte
minutos siguientes achataron el partido bajo cualquier punto de vista. No
pasaba nada de nada, Boca se perdió casi tanto como Independiente en el primer
tiempo. Y el Rojo seguía sin poder levantar cabeza…
Boca volvió
a encontrar espacios para quebrar a la defensa de Independiente, con
participación activa de los debutantes.
El uruguayo
Albín recupera la pelota atrás de mitad de cancha, y sale gambeteando
rememorando viejas actuaciones del histórico Hugo Benjamín Ibarra, llegando a
la medialuna defendida por el Rojo es víctima de una infracción, bien pitada
por el árbitro y bien sancionada con amonestación. El juvenil Juan Sánchez Miño
es quien acomoda la pelota, con la tranquilidad, seguridad y determinación de
quién pareciera que jugara en la Bombonera con la camiseta de Boca desde hace
diez años. Su remate se cuelga del ángulo y, a falta de veinte minutos el
Xeneize se ponía nuevamente arriba en el marcador.
De ahí en más
Boca siguió encontrando espacios para liquidar el pleito, pero falencias tanto
en definición como en el último toque complicaron las cosas.
Otra
arremetida de Albín llegando a fondo y rompiendo líneas, entre Silva y Acosta
como opción para pase en profundidad el charrúa opta por Lautaro, quien
entrando al área y con el arquero achicando, prefiere descargar para Silva
antes que definir. Su pase es deficiente y la pelota es enviada al corner por
un defensor rojo.
Contraataque:
apertura a la izquierda para Clemente Rodríguez que, cerrándose, logra quedar mano
a mano con Hilario Navarro. Su remate fue malo y bien tapado por el cuerpo del
arquero.
Acosta
logra ganarle a Morel en la derecha del ataque Xeneize y, dentro del área se
perfila para tirar el centro atrás a un Santiago Silva desmarcado, pero su pase
sale con poca potencia y la pelota volvió a ser poseía por Independiente.
Faltando
cinco minutos para la finalización parecía que todo terminaría 3-2, pero todavía
faltaba una jugada: Clemente Rodríguez no logra interceptar un pase y la pelota
se escurre entre sus piernas, quedando en poder de un jugador de Independiente
dentro del área defendida por D’Angelo. Automáticamente Clemente se tira al
piso, barriendo al jugador del Rojo, cometiendo una falta infantil. Y sí, penal
para Independiente en el minuto noventa…
Toda la fé
del hincha local estaba depositada en su arquero, mientras que toda la
esperanza Roja estaba en los pies de Ernesto Farías, quien acomodó y se dispuso
a patear. D’Angelo se tiró a su derecha, adivinando hacia dónde iría el disparo
de Farías, pero sin poder impedir que la pelota cruce la línea… El pitazo del
árbitro indica invasión de área, decretando que el penal se debía ejecutar
nuevamente: en esta ocasión, D’Angelo cambió de palo, Farías no, y el partido 3
– 3.
Y así, 164
días después de la denominada “batalla de la Bombonera”, de la mano del mismo técnico,
Independiente de la mano de Farías vuelve a amargar a Boca.
Y Boca, 164
días después de haberle regalado un poco de vida, un poco de paz a la crisis de
Independiente, vuelve a hacerlo. En esta ocasión, teniendo todo para haber
liquidado la historia en la primera parte, se quedó con un pie y medio afuera
de la Copa Sudamericana… Ahora, a esperar la revancha en Avellaneda, dónde
deberá ganar para clasificar. Si empata, debe al menos convertir cuatro goles
para evitar los penales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario