Patricio Rey me condujo hasta aquí. Una excusa perfecta para planear un viaje y desconectarse un tiempo.
En el hotel, con las valijas ya armadas, el vuelo confirmado, en cuenta regresiva para ir hasta el aeropuerto, miles de momentos pasan por mi cerebro. Una tormenta de momentos vividos, que no se borraran con el paso del tiempo.
Recuerdo, en la lejanía, aquel 29 de abril, día de mi cumpleaños, cuando se gestó esta idea. Recuerdo la primera semana de Mayo, cuando ya teníamos confirmado tanto el avión como el hotel. Recuerdo agosto, cuando se agotaron las entradas, y toda esa ilusión que se había incrementado desde abril tambaleó, al punto del llanto, al punto de pensar en suspender todo y perder el dinero. Recuerdo que el Indio, en una muestra de grandeza, movilizó a toda la organización para buscar un nuevo predio, que albergue todas nuestras almas, y así mi corazón volvió a latir; con la entrada en mano, la verdadera vigilia comenzó.
En mi memoria aparece el 10 de septiembre, día que nos amaneció caluroso y despejado. Recuerdo haber llegado a Capital Federal con varias horas de antelación. Recuerdo el despegue, la presión en el estómago, el apunamiento de estar a más de diez mil metros sobre el nivel del mar, y recuerdo el grotesco aterrizaje.
Mendoza Capital nos recibió con su habitual clima árido, con el Zonda a mil y, obviamente, con un calor difícil de soportar.
Hoy, llegado el fin del viaje, reitero lo que afirmé hace algunos días: Mendoza es una ciudad hermosa. El gran parque San Martín frente al hotel, la inmensidad de plazas enormes, las calles más limpias que pude ver en mi vida. Gente muy amable, atenta, respetuosa. Tranquilidad hasta en las zonas más céntricas. Espero poder hacerme entender si digo que hasta los choferes de los colectivos de línea son buena onda.
Todo era expectativa en la ciudad, Solari tocaba por primera vez allí y eso se hacía sentir. Desde el martes que llegamos, hasta hoy, lunes, en las tapas de todos los diarios locales el título principal hacía referencia al show: "SE ESTIMA QUE LA LLEGADA DEL INDIO DEJARÁ $50 MILLONES EN LA CIUDAD"; "EL INDIO YA ESTÁ EN LA CIUDAD"; "FANÁTICOS ACAMPAN EN EL PARQUE AGNESI ESPERANDO AL INDIO"; "EL INDIO YA LLEGÓ A MENDOZA"; "LLUVIA Y CERO GRADOS PARA EL RECITAL MÁS CONVOCANTE DE LA HISTORIA". La gente, en la calle, estaba orgullosa de que en su ciudad se presentara el Indio. Desde la organización, también hicieron notar eso y montaron un gran operativo de seguridad, transporte y limpieza.
La ida hacia el departamento de San Martín estuvo demasiado bien organizada: desde la terminal, partían micros de línea hacia la localidad del evento, con un valor de $27 ida y vuelta. Mucha policía, mucho control. Pero en San Martín, la cosa no era tan así; los cacheos previos al ingreso permitieron la entrada de gran variedad y cantidad de bebidas alcoholicas, los muchacho de control partían las entradas por la mitad, generando bronca en la gente. La salida fue aún más caótica, 150mil almas retirándose por dos puertas, los colectivos para volver a Mendoza se colapsaban, avalanchas humanas contra la Policía, que desapareció. Y nosotros llegando al hotel a las 5 de la madrugada.
El Indio ya había tocado. Recuerdo mis lágrimas una vez en el micro hacia San Martín. Recuerdo mis lágrimas cuando la voz del Indio hizo la clásica presentación de: "Damas y caballeros, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado" y los acordes de Luzbelito y las sirenas hicieron vibrar a la masa. Recuerdo el pogo más grande del universo. Recuerdo la cara del Indio, a la distancia, esa mordida de labios me hicieron entender que él, gestor de esta religión, tampoco podía creer lo que estaba viendo; no podía creer lo que había logrado. No podía creer que para verlo a él, la gente bancó un viaje, acampó en parque con temperatures muy bajas en la madrugada, no podía creer que allí, en el autódromo, había congregado a la población entera de la ciudad de Mendoza.
El periplo, como ya dije, finalizó. Pero todavía falta una andanza más que quedará en el recuerdo. Haber recorrido la Ruta 7, mano hacia Chile. haber pisado la segunda cadena montañosa más importante del mundo, de haber disfrutado una nevada por un ratito. La Cordillera de los Andes es, sin lugar duda, el lugar más hermoso que jamás haya visto. Ojalá algún día pueda volver y disfrutarla nuevamente.
Ahora que todo llega a su fin, me siento con ganas de volver a ver a mi familia y amigos. De volver a mi ciudad, La Plata. No siento demasiadas ganas de facultad, que me está esperando con mil cosas para hacer y ponerme al día. Pero el Indio ya tocó, ya volví a ser parte de esta ceremonia y, como sea, estaré en la próxima.
Mendoza, sin lugar a dudas marcaste a fuego una parte grande de mi corta vida. Hora de volver, hay que aterrizar. Allá voy, La Plata querida!