CREER ES CREAR!

De repente, si creo en Dios, existe. Y si alguien a mi lado no cree en Dios, no existe, en su mundo, tan legítimo como el mío. Yo creo que, en cuanto a creer en Dios, tal vez se haya focalizado mayormente en la segunda parte de la cuestión, Dios. Creando así cientos de guerras y disputas en busca de certezas, en lugar de creer conveniente poner el foco en la primer parte del asunto, creer.
Posiblemente se hubiera creado gran incertidumbre, dado que no mucha gente cree que el verbo creer encierre mayores misterios. Yo en cambio creo que el verbo creer guarda una relación de equivalencia con el verbo crear, sobre todo cuando se conjugan en primera persona, yo creo.
Yo creo, que tanto creer como crear se asemejan, en lo fáctico, al verbo hacer e incluso al verbo nacer, pero no quiero crear mas confusión creyendo más cosas sobre estas dos palabras, que también difieren en una letra.
En fin, yo creo, que cuando creo algo, lo creo.

Juan Germán Fernández.

lunes, 14 de mayo de 2012

La mitad de la torre.

El sudor comenzó a humedecerle las manos, a mojar su pelo. Los brazos temblorosos por el cansancio. No tanto las piernas, tambaleantes por la inestabilidad que producían las ojotas que calzaban los pies. La mente en estado de tensión, desesperación y nerviosismo. El ritmo cardíaco y respiración aumentaban, y un leve temblor aparecía en las sudorosas manos. Esa inyección de adrenalina lo puso en duda, su instinto lo animaba a seguir, asegurando el éxito inmediato; pero la parte más sensata y racional lo obligaba a echarse atrás, abortar la aventura. Decidió dar un paso atrás y colisionó contra alguien que respondió: "Dale, seguí". Una voz que dio la sensación de haber hecho eco durante cinco minutos. A duras penas continuaba, no se veían luces en lo alto, pero tampoco en lo bajo. Se sentía prisionero en una oscuridad dominante. El frío metal al cual se había aferrado ahora parecía caliente y comenzó a sentir una repentina falta de aire. Un inminente arrebato de claustrofobia lo sumió en la peor de las desesperaciones: estaba necesitado de abandonar esa boca de lobo, subiendo o bajando debía abandonar. Tomo tres bocanadas abundantes de aire, dejó que ese oxigeno llegara a los músculos y abandonando sus dudas siguió subiendo.
Pasaron minutos que parecieron horas hasta poder divisar algo en la inmensidad de la oscuridad: un perfecto círculo de luz blanca; luz, que si bien era tenue, parecía brillar en tal oscuridad. Se preguntó si esa luz blanca sería similar a la que muchos dicen que se ve al momento en que el alma abandona el cuerpo, interrogante que se desvaneció casi tan instantáneamente como surgió porque había LUZ. Luz, hermosa y brillante luz que evidenciaba una superficie cercana: eso significaba oxígeno y libertad.
Aceleró la marcha lo más que pudo, el círculo era cada vez más grande y más perfecto. La noche hermosa lo estaba esperando en esa superficie a la que (lentamente) se iba acercando cada vez más. Sentía que solo faltaba un paso, que luego eran dos, y luego cuatro, y luego ocho, y luego dieciséis. Volvió a replantearse el abandono, pero había dos opciones: una mostraba un círculo perfecto de luz, la otra oscuridad tétrica y cientos de interrogantes sobre distancia a recorrer...